8/23/2010

Él.


Aquel hombre, al que observo durante unos segundos cada vez que saco a mi perro, siempre está sentado en un banco que alguien ha colocado ahí como si tratara de rellenar espacio, enfrente de una gasolinera, que tras meses de reforma, tiene hasta una pequeña tienda y un sistema de megafonía.
Ese hombre, ya mayor, andará sobre los setenta años. Siempre está allí entre las once y las doce de la mañana para comprar el periódico y sentarse indiferente en ese banco, aquel banco que únicamente ocupa él y sus pensamientos.
Jamás se quita la gorra que le cubre su pelo canoso, una gorra que no se quita, un poco desteñida por el sol que parece haberla encontrado en el fondo de algún cajón mientras buscaba un bolígrafo que pintara.
La gente muchas veces lo mira, extrañados, como si fuese una estupidez quedarse ahí, sin hacer nada productivo, como diría mi madre.
Normalmente está sentado, abstraído de todo lo demás, su desagradable alrededor...pero cuando se levanta, para estirar un poco las piernas, observa lo que le rodea, y luego se mira las manos, con tristeza y como si algo faltara en su vida. No sé ni cómo es ni qué pensará, tampoco sé si le importa a alguien, pero admiro a ese anciano, por todo lo que me ha hecho pensar, con sus insignificantes movimientos.

Hace unos días que no lo veo, me pregunto si le pasaría algo...

2 comentarios:

Al centímetro dijo...

y esto?

angela suarez dijo...

Me encanto muy bueno, me hizo llorar!!